ACELERANDO LA CURVA DE APRENDIZAJE (III)

PUNTOS FUERTES Y VULNERABILIDADES.

Relacionado con la aceleración de la curva de aprendizaje en el Trading, Steemberger ha publicado un tercer artículo en el que se centra en la necesidad de detectar nuestros puntos fuertes  para integrarlos y potenciarlos en nuestro proceso de trading.

En un artículo anterior ya habló sobre la importancia de identificar los puntos fuertes que caracterizan a cada trader. En dicho artículo resaltaba que cada trader de éxito que ha conocido tiene por lo menos una habilidad que destaca y que constituye el punto fuerte sobre el que construye su éxito. Este punto fuerte no necesariamente tiene que ser una habilidad o rasgo directamente relacionado con el trading, más bien se trata de un rasgo que le define como persona en todos los campos de su vida: las personas super-disciplinadas se convierten en traders super-disciplinados; las personas altamente creativas se convierten en trader que tienen una visión y forma de abordar el mercado extremadamente creativa, etc. El éxito en los mercado es fruto de potenciar aquella habilidad o habilidades que caracterizan a cada persona.

Es decir, para potenciar las mejores cualidades o habilidades que uno tiene como trader en los mercados se han de  potenciar las cualidades y habilidades que uno tiene como persona. Una vez que conoces cuales son tus puntos fuertes como persona, tienes la oportunidad de potenciarlos y elevarlos a su máxima potencia en cualquier ámbito de la vida.

Pero ¿Cómo un trader puede estructurar su proceso de trading para maximizar sus puntos fuertes y aumentar así sus oportunidades de éxito?

Nos dice Steemberguer que los traders de éxito que ha conocido tienen formas muy distintas de abordar el trading. Unos son traders intradiarios, otros lo hacen a largo plazo; unos se guían por fundamentales otros por análisis técnico; y todos tienen éxito en su trading.  Por tanto está claro que el éxito no está en usar un específico sistema de trading. Más bien, cada uno ha encontrado una forma de abordar los mercados en la que puedan ser útiles sus específicas habilidades emocionales, cognitivas e interpersonales.

Esto último es algo que se ve claramente en la forma que tienen los traders de abordar la información del mercado. Aquellos que tienen unas habilidades de carácter más intuitivo son diferentes de aquellos que tienen una personalidad altamente analítica. Los traders con carácter extrovertido suelen trabajar bien en equipo y con procesos de información interactivos. Los traders introvertidos se orientan más hacia un trading más analítico y reflexivo. Muchos traders de corto plazo se centran en el reconocimiento de pautas, los de más largo plazo prefieren fijarse y buscar relaciones causales.

Así pues, una de las cuestiones cruciales para elevar el nivel de nuestro trading es encontrar respuesta a la pregunta: ¿En qué soy realmente bueno? Si llegas a ser un trader de éxito será porque has encontrado la forma de reconocer tus puntos fuertes y aplicarlos en los mercados financieros. Es casi inimaginable que alguien pueda ser especialmente bueno en los mercados si no es utilizando sus mejores habilidades y el talento que le distinguen.

Steembarger nos propone hacer un ejercicio para averiguar cuales son nuestras fortalezas y vulnerabilidades: se trata dibujar una serie de curvas senoidales seguidas, que configuren varios picos y valles, en concreto un mínimo de 10 picos y 10 valles.

En cada pico hemos de identificar y colocar uno de nuestros logros en la vida, que no estén relacionados con el trading, y debajo escribiremos la fortaleza que nos permitió conseguirlo. Del mismo modo, en cada valle escribiremos un fracaso de nuestra vida, y debajo la vulnerabilidad que lo propició. Normalmente, lo que ocurre es que es difícil identificar 10 verdaderas fortalezas y 10 verdaderas vulnerabilidades: casi siempre son las mismas fortalezas y vulnerabilidades las que se van repitiendo una y otra vez.

Una vez hecho esto, vamos a repetir el ejercicio otra vez, pero esta vez identificando los 10 mejores momentos de trading y los 10 peores fracasos.

Seguro que la lista de fortalezas y vulnerabilidades será casi idéntica. Lo que esto nos indica es que el éxito y el fracaso está altamente relacionado con la utilización y potenciación de nuestras fortalezas y minimización de nuestras vulnerabilidades. Así pues, el mejor proceso o sistema será aquel que potencie lo que hacemos bien y minimice lo que hacemos generalmente mal. En muchísimas ocasiones los traders no desarrollan todo su potencial porque nunca se han parado a considerar y valorar cuales son sus fortalezas más básicas y sus debilidades más habituales.

El éxito está en la intersección del conocimiento del mercado con el auto conocimiento.

Fuente:

http://traderfeed.blogspot.com.es/2014/06/building-upon-your-signature-strengths.html

 

ACELERANDO LA CURVA DE APRENDIZAJE (II)

Vamos con el segundo de los artículos de Steembarger relativos a la curva de aprendizaje.

El Dr. Steembarger

Este segundo artículo tiene el título de CREANDO UN PROCESO DE APRENDIZAJE, y se inicia con una sugerente frase: “La experiencia es una cruel profesora. Te pone el examen antes de impartir la lección”.

En el primero de los post sobre la la curva de aprendizaje se destacó el papel de la reflexión en el proceso de aprendizaje. Pero la pregunta fundamental es, ¿cómo adquirir esta capacidad reflexiva y mantenerla a lo largo del tiempo?

Muchos traders llevan diarios de trading que para lo único que les sirven es para repasar lo que han hecho mal cuando entran en una mala racha. Esta claro que esta no es una forma óptima de aprender.

Las investigaciones llevada a cabo por Staats y Upton en el campo de los procesos  en industrias de manufactura han puesto de relieve un dato que no es de aplicación únicamente al campo de estas empresas manufactureras. También en el ámbito del conocimiento, establecer procesos y procedimientos directos y simples basados en una observación objetiva pueden tener grandes beneficios. La clave de sus investigaciones ha sido darse cuenta que para que estos procesos sean efectivos deben implementarse en los niveles más básicos de la organización. Si necesitas gestionar mejor tus inventarios, necesitas poner en marcha un proceso que pueda ser aplicado por los trabajadores que más abajo están en la organización del almacén, aquellos que reciben las mercancías, las desembalan y las ordenan en los estantes.

De la misma forma, en el campo del trading, un proceso efectivo de aprendizaje debe implementarse en los niveles más elementales y primarios del trading: como parte de la rutina diaria de preparación para el trading, no como un criterio abstracto a aplicar en la revisión trimestral de nuestros resultados.

El problema de muchos diarios de trading es que son muy prolijos en el número de datos que contienen,pero muy escasos estructurando o reflejando procesos. Una cosa es observar que no eres suficientemente paciente a la hora de seleccionar tus entradas en el mercado, y otra es crear y definir un proceso eficaz de selección de las entradas.

Cuando Spera y Bowen estudiaron el sistema de producción de Toyota, descubrieron que la clave de su éxito era una combinación de experimentación abierta con un riguroso sistema de implantación y control. En otras palabras, los trabajadores eran motivados para crear soluciones creativas, pero cada solución propuesta era antes cuidadosamente estudiada y controlada para determinar si objetivamente era realmente valiosa. Este tratamiento tan riguroso de la creatividad convertía lecciones en procesos.

Desde este punto de vista, reflexionar es algo necesario pero no suficiente para adquirir la experiencia de un experto. La reflexión creativa debe ser fruto de una rigurosa aplicación de ciertos procesos y procedimientos. Si pensamos en el trader como parte de un Sistema de producción de beneficios, debemos describir y delimitar cada paso del proceso de trading, identificar donde surgen los problemas, hacer una tormenta de ideas para buscar soluciones, y probar con total rigurosidad la efectividad de las soluciones propuestas. Cuando Steembarger ha estudiado a traders de éxito ha descubierto que todos ellos tienen implementados estos sistemas y procesos, aunque en muchos casos estos sistemas sean más implícitos que explícitos. En muchas ocasiones, el buen entrenador es el que es capaz de ayudar al trader a identificar y seguir sus propios sistemas implícitos de tráding.

Muchos esfuerzos de formación de traders en los que no interviene un entrenador o un mentor fracasan porque aprender de uno mismo no forma parte de un sistema  eficaz de aprendizaje. Para maximizar el aprendizaje en cualquier materia, debe existir un observación rutinaria de la práctica y una reflexión sobre la misma, pero también se han de estructurar los esfuerzos y  sus resultados, y comprobar de alguna manera que los esfuerzos se traducen realmente en mejoras. Una vez que el aprendizaje se convierte en un proceso sostenido y no algo meramente ocasional, la adaptación a los cambios del mercado se hace de una forma más natural, casi en tiempo real.

Imaginemos a dos traders. Uno diariamente hace anotaciones en su diario de trading, y ocasionalmente consigue resultados y objetivos basándose en esas notas. El otro opera diariamente también, pero usa de forma activa una plataforma que le permite hacer market replay para revisar día a día, barra a barra, su operativa y examinar lo que ha funcionado bien y lo que ha funcionado mal. Además esta plataforma recopila información estadística de la forma de actuar del trader  (p.ej.: número de operaciones ganadoras frente a operaciones perdedoras, beneficio medio de las operaciones ganadores y perdida por cada operación perdedora; duración media de los drawdowns, etc.) ¿Cual de los dos tendrá una curva de aprendizaje más rápida? ¿Cual de los dos podrá aprender las duras lecciones del trading y usarlas para definir y refinar un robusto sistema de trading?

Hay multitud de plataformas de trading que ofrecen estos servicios: NinjaTrader, TradeStatios, MultiCharts, entre otras. En concreto Ninja tiene un potente apartado de estadísticas y de recopilación de información sacada de nuestra operativa, real o simulada, que vale la pena examinar de forma continua y sistemática.

La cruda realidad es que muchos traders no tienen resultados positivos no por una falta de control emocional o ausencia de disciplina, si no porque no se han parado desarrollar un sistema de producción, un sistema de trading,  que les permita generar beneficios.

ACELERANDO LA CURVA DE APRENDIZAJE (I)

El Dr. Brett Steembarger, viejo conocido de todos los que han mostrado un mínimo interés en el campo del psicotrading (y si no es así más vale que se vayan poniendo las pilas) ha publicado en su blog una serie de artículos explicando el modo en el que podemos acelerar nuestra curva de aprendizaje en el mundo del Trading. Se trata de una serie de artículosen inglés, y que todavía está en desarrollo. Por su interés voy a ir resumiendo las aportaciones del Dr. que creo que son de gran relevancia y utilidad.

En el primero de los artículos, titulado REFLEXIÓN Y EJECUCIÓN, Streembarger nos dice que gracias a los recientes estudios sobre el papel de la reflexión en el aprendizaje podemos concluir que este elemento es esencial en el proceso de aprendizaje de un trader.
Los autores de estos estudios han llegado a la conclusión que el proceso natural de aprendizaje que surge cuando practicas aquello que estás aprendiendo es mucho más efectivo cuando viene acompañado de una reflexión consciente, deliberada y sistemática sobre el proceso. En concreto han podido experimentar que las personas sacan mucho mejor rendimiento de su aprendizaje cuando se paran a pensar, examinar y extraer conclusiones de qué es lo que han aprendido realmente de aquello que han estado practicando.

Reflexionar sobre lo que realmente se a aprendido ayuda a cimentar y concretar las enseñanzas de cada jornada de práctica. Pasarse horas y horas delante de la pantalla practicando trading no necesariamente tiene que redundar en el aprendizaje de un sistema o de una determinada forma de hacer trading, o por lo menos no tanto como mucha gente se cree.

Solo si uno se para a pensar, analizar  y reflexionar sobre lo que ha ido experimentando es cuando se concreta este aprendizaje y se saca el máximo provecho de la práctica. Esta es una de las razones que explica porque el tener un mentor o un entrenador es tan importante en este tipo de aprendizajes. No es suficiente con jugar el partido, se ha de ver luego el vídeo del partido para analizar y corregir los errores, o remarcar y profundizar en los aciertos.

Pero además, los autores de estos estudios han descubierto otro importante efecto que  es su especial eficacia tanto a nivel cognitivo como emocional. Sus estudios concluyen que la reflexión afecta de forma especialmente favorable para alcanzar altos niveles de auto-eficiencia. Cuando las personas se ven reflejada en su forma de actuar, se sienten más capaces de conseguir y alcanzar nuevas metas. Es como si la maestría cognitiva implantase también un sentido personal y emocional de maestría.

Todo lo anterior invita a formular una interesante hipótesis: reflexionar sobre experiencias exitosas puede ser particularmente eficaz al mantener alto sentimiento de auto-eficiencia alta y hacer más perdurable el estado de flujo en el que los ejecutantes están completamente entregados a lo que están haciendo. De ahí se deriva también la especial importancia que pueden tener los procesos de coaching y seguimiento de mentores.

Porque la pregunta clave es: ¿puede un trader realizar este trabajo de auto-entrenamiento y auto-análisis analizando su propio trabajo? Esto será materia de otro artículo.

Fuente: http://traderfeed.blogspot.com.es/2014/05/accelerating-learning-curve-part-one.html

APUNTES SOBRE LA BIOLOGIA DE LA TOMA DE RIESGOS DE JOHN COATES (III)

Esto es un resumen de apuntes sacados del libro de John Coates “La Biología de la toma de riesgos”, ed. Anagrama (2013) Por favor, si os interesa el tema comprad el libro, vale la pena y tiene mucho más alcance y profundidad que los apuntes siguientes y sucesivos. http://m.casadellibro.com/libro-la-biologia-de-la-toma-de-riesgos/9788433963598/2210004

CAPITULO 3

LA VELOCIDAD DEL PENSAMIENTO.
Nuestra evolución se produjo en un mundo en el que con frecuencia se precipitaban sobre nosotros objetos peligrosos a toda velocidad. La velocidad de las reacciones necesarias para sobrevivir debe permitir que esas reacciones quepan en el marco temporal de una brevedad difícilmente imaginable para nuestra mente consciente.Hoy las cosas no son muy diferente, por ejemplo, en el deporte, en la guerra o en los mercados financieros.

La velocidad que se exige a nuestras reacciones físicas en la vida salvaje, en los deportes, en la carretera e incluso en los mercados financieros, plantea perturbadores interrogantes cuando se los considera conjuntamente con determinados descubrimientos de la neurociencia.

Por ejemplo, la sorprendente lentitud de nuestro sistema visual. Cuando la luz impacta nuestra retina, es preciso traducir los fotones en una señal química y luego en una señal eléctrica que pueda ser transportada por las fibras nerviosos. La señal debe viajar luego hasta una zona posterior del cerebro, conocida como córtex visual, y volver a proyectarse hacia delante por dos vías separada, una que procesa la identidad de los objetos que vemos, la corriente del «qué», como la denominan ciertos investigadores, y otra que procesa la localización y el movimiento de los objetos, la corriente del «donde». Después de estas corrientes deben combinarse para formar una imagen unificada. Sólo entonces esta imagen emerge en la conciencia. Todo el proceso es de una sorprendente lentitud, pues dura una décima de segundo completa. Semejante demora, aunque breve, nos deja constantemente a la zaga de los acontecimientos.

Los neurocientíficos han descubierto otro problema. El cerebro, en vez de filmar una escena visual, ha adoptado la táctica de tomar una muestra a partir de ella. Nuestros ojos se centran en una pequeña sección del campo visual, toman una instantánea, luego saltan a otro lugar, toman otra instantánea y rápidamente vuelven a saltar, de modo muy parecido a lo que hace un colibrí que revolotea de flor en flor. El sistema visual deja de enviar imágenes a la conciencia mientras salta de una escena a otra. No somos consientes de estos saltos y estos apagones intermedios porque el cerebro hace de estas imágenes un tejido sin costuras, formando así algo que se nos presenta como una película.

¿Cómo podemos los humanos sobrevivir en un mundo brutal y que muta a toda velocidad si cuando nuestra consciencia hace su aparición el acontecimiento ya no existe?. El hecho de hacernos esta pregunta permite ver dónde está el error de la idea que tienen del cerebro muchos filósofos, economistas y, tal vez, nuestro propio sentido común, según la cual este órgano es un procesador central que recibe información objetiva de los sentidos al modo de una cámara, para luego procesarla racional, consiente y discursivamente y decidir sobre la acción adecuada o deseada, y finalmente emitir  órdenes motoras a los músculos.

Toda información sensorial nos llega alterada. Es filtrada, manipulada e interpretada previamente con el objetivo de llamar nuestra atención, facilitarnos la comprensión y desencadenar nuestras reacciones.

El ojo y el cerebro hacen una infinidad de trampas para acelerar nuestra comprensión del mundo. Nuestra retina tiende a enfocar el borde delantero de un objeto en movimiento para ayudarnos a seguirlo. Procesamos más información en la mitad inferior del campo visual, porque normalmente hay más cosas que ver en la tierra que en el cielo. Agrupamos los objetos en unidades de tres o cuatro a fin de percibir su número sin necesidad de contarlos.

También es posible acelerar nuestro tiempo de reacción confiando más en el oído que en la vista. El oído es más rápido y más agudo que la vista en un 25%, y responder a una señal auditiva con preferencia a una visual puede ahorrarnos hasta 50 milisegundos. La razón de esto es que los receptores auditivos son mucho más rápidos y más sensibles que nada existente en el ojo.

La investigación en psicología experimental ha descubierto que la agudeza perceptiva y los niveles generales de atención aumentan a medida que intervienen más sentidos. La explicación que se ha intentado dar de estos hallazgos es que la información que llega de dos o más sentidos y no de uno solo, aumenta la probabilidad de que se refiera a un acontecimiento real, de modo que el cerebro lo toma más en serio. En otros tiempos, muchos parqués pudieron haber disfrutado de este fenómeno sin saberlo, porque tenían una conexión interna que los conectaba con la sección de futuros, donde un locutor informaba sobre los precios de futuros sobre bonos. El añadido de un segundo sentido pudo haber sido una manera efectiva de agudizar la atención y las reacciones entre los operadores.

Pero el cerebro, cuando urgen reacciones rápidas, deja íntegramente de lado la conciencia y pasa a depender de los reflejos, la conducta automática y lo que se llama «procesamiento preatencional». El procesamiento preatencional es un tipo de percepción, toma de decisión e iniciación de movimientos que se produce sin consulta alguna con el cerebro consciente e incluso antes de que éste se aperciba de lo que está sucediendo.

¿A qué características del mundo se dirige nuestra preatención? Todavía no tenemos una respuesta completa a esta pregunta, pero sabemos algunas cosas. Prestamos atención preconsciente a objetos móviles, en especial si son animados. Tenemos una fuerte inclinación a prestar atención auditiva a las voces humanas y atención visual a los rostros. El pensamiento preconsciente puede afectar a las órdenes motoras para producir acciones relejas y conductas automáticas.  Uno de estos reflejos es nuestra respuesta de sobresalto.

Un principio básico presente en nuestros reflejos y conductas automáticas es que cuanto más nos elevamos en  la evolución del sistema nervioso, pasando de la espina dorsal al tronco cerebral y al córtex, más neuronas intervienen, más largas son las distancias que cubren las señales nerviosos y más lenta es la respuesta. Por tanto, para aumentar la velocidad de las reacciones, el cerebro trata de delegar el control del movimiento, una vez aprendido, a las regiones inferiores del cerebro, donde se almacenan los programas de acciones irreflexivas, automáticas y habituales.

Esto último apoya la antigua idea según la cual cuando el aprendizaje está en sus comienzos somos inconscientes de nuestra incompetencia, para pasar a una fase en la que tomamos conciencia de ella; luego cuando comienza el entrenamiento, pasamos a la competencia consciente, y cuando dominamos nuestra nueva habilidad llegamos al punto final del entrenamiento, que es el de la competencia inconsciente. Pensar, podríamos decir, es algo que hacemos cuando no somos suficientemente hábiles en una actividad.

Una última puntualización. Por rápidas que san, estas reacciones automáticas no parecen lo suficientemente rápidas como para afrontar los retos de gran velocidad a los que hemos de hacer frente, y por tanto es posible que lleguemos ligeramente tarde, por así decir. El problema de estas reacciones es, precisamente, que son reacciones. Por ello, la anticipación cualificada es decisiva para disminuir los tiempo de reacción en nuestra fisiología.

En realidad, tal es la rapidez de nuestras reacciones que con frecuencia la conciencia queda desconectada.  Entonces ¿qué papel le corresponde a la conciencia en nuestra vida? Vivimos nuestra conciencia como algo que tiene su sede en nuestra cabeza y que mira a través de los ojos a la manera en que un conductor mira a través del parabrisas, así que tendemos a creer que nuestro cerebro interactúa con el cuerpo exactamente como una persona interactúa con  un coche. George Loewenstein, economista de Yale, dice: «Más allá de la fiable introspección, existen escasas pruebas que sostengan el supuesto normal del total control voluntario de la conducta.» Y tiene razón, pues las estadísticas sobre los tiempos de reacción nos dicen otra cosa: que la mayor parte del tiempo funcionamos con el piloto automático.

Benjamin Libet, fisiólogo de la Universidad de California concluyo tras una serie de experimentos, que la conciencia es mera observador de un decisión que ya ha sido tomada, casi como si mirásemos un vídeo. El papel de la conciencia podría no ser tanto el de escoger e iniciar acciones como el de observar decisiones ya tomadas y vetarlas. V.S. Ramachandran, neurocientífico indio, concluye que lo que tenemos en realidad no es libre albedrio o libertad de querer, sino libertad de no querer.

La conciencia, al parecer, es el pequeño pico emergente de un gran iceberg.

La neurociencia moderna ha levantado la tapa del cerebro, hasta ahora críptico, y ha encontrado algo mucho más valioso que los entes que proponía la filosofía alemana del siglo XIX, a saber, un mecanismo de control meticulosamente diseñado. Es más valioso porque ha sido calibrado con precisión a lo largo de  milenios para mantenernos vivos en un mundo brutal y en rápido movimiento. Y podemos dar las gracias por ello a nuestra buena suerte, pues de lo contrario ya llevaríamos mucho tiempo extinguidos. Al levantar la tapa de nuestro cerebro no se nos aparece el submundo kantiano imposible de enunciar, no la volcánica voluntad del superhombre nietzcheano, ni tampoco el infernal refugio subterráneo del inconsciente freudiano. Lo que se ve se parece mucho más al funcionamiento de un BMW.

Con frecuencia los operadores financieros afrontan retos veloces que exigen una respuesta igualmente veloz. Es normal que los operadores se vean constreñidos por el tiempo y que cuando toman una decisión y ejecutan un negocio dejan pasar por alto la racionalidad consciente y confian en las reacciones automáticas. Esto es particularmente cierto cuando los mercados despiertan al sopor que los invade y comienzan a moverse rápidamente.

Este simple hecho acarrea inesperadas implicaciones para la economía. A menudo no se tiene en cuenta que, en las finanzas, la toma de decisión es mucho más que una actividad cognitiva. También es una actividad física y exige ciertas características físicas. Puede ser útil prestar atención a operadores de elevado cociente intelectual y gran intuición para el valor de las acciones y los bonos, pero si se carece de apetito de riesgo no actuarán de acuerdo con sus puntos de vista y padecerán el destino de Casandra, que podía predecir el futuro, pero no podía modificar su curso. E incluso si tienen una buena opción de compra en el mercado y un saludable apetito de riesgo, pero los coarta la lentitud de sus reacciones, quedarán siempre un paso atrás respecto del mercado y no sobrevivirán en su mesa de operadores ni en ningún otro lugar del mundo financiero.

Por tanto, los operadores requieren una batería de rasgos personales: un cociente intelectual lo suficientemente alto y la educación necesaria para comprender los elementos básicos de la economía, un voraz apetito de riesgo y una ambición desbordante. Pero también necesitan la constitución física adecuada. Han de ser capaces de dedicarse durante períodos prolongados, horas seguidas, a lo que se llama exploración visiomotora, es decir, el escrutinio de las pantallas en busca de anomalías de precios. Esta exploración requiere concentración y resistencia, y no cualquiera está en condiciones de realizarla. Y una vez identificada un discrepancia de precios, p.ej., un operador debe moverse rápidamente para comerciar con estos precios antes que ningún otro.

La naturaleza física de esta tarea es aún más evidente en la bolsa de valores o en el de bonos y materias primas del Chicago Board of Trade,  mercados con operadores físicamente presentes en el parqué, donde el trabajo de un operador financiero puede asemejarse a pasar un día entero en un ring.

Otra manera de operar que exige un esfuerzo físico extenuante es lo que se conoce como comercialización de alta frecuencia. Por regla general, cuanto más breve es el periodo de tenencia para un estilo de operación, mayor es la necesidad de reaccionar con rapidez para los operadores.

Dicho esto, sin embargo, hay buenas razones para pensar que, hasta cierto punto, el aspecto físico de las operaciones financieras está en vías de desaparición. Cada vez son más las actividades que se llevan a cabo por medios electrónicos. Hoy en día quedan pocos mercados físicos de valores, con sus tumultuosos parqués y la ejecución de los negocios cara a cara. La misma evolución ha empezado a producirse en el mercado de bonos y divisas de los bancos.

Quizá la mayor amenaza a la que se enfrenta el operador humano sean los algoritmos de negociación informatizada conocidos como cajas negras. El advenimiento y la insidiosa expansión de las cajas negras han comenzado a expulsar a los humanos de su nicho ecológico en el mundo financiero. Estos ordenadores, respaldados por equipos de matemáticos, ingenieros y físicos (los llamados quants) y miles de millones de capital, operan a una escala temporal inimaginable para un atleta de élite. Una caja negra puede recibir un amplio conjunto de datos de precios y analizarlo en busca de anomalías o modelos estadísticos en menos de 10 milisegundos. La velocidad con la que se opera en los mercados son tales que hasta la localización física de un ordenador afecta al éxito de un negocio.

Muchas de estas cajas son las llamadas cajas «de mera ejecución». Este tipo de cajas no busca negocios, si no que se limita a mecanizar su ejecución. En esta tarea, las cajas son excelentes. Pueden incorporar un enorme paquete de valores y venderlo por piezas aquí y allá, con lo que minimizan el efecto sobre los precios. Someten a prueba las aguas, en busca de piscinas profundas de liquidez, práctica conocida como pinging, exactamente como un sonar que busca las profundidades. Cuando descubren grandes ofertas de precio ocultas bajo la superficie de los precios existentes, ejecutan una parte del negocio. De esta manera pueden mover enormes paquetes de valores sin agitar el mercado. En este negocio, las cajas de este tipo operan con mucha mayor eficiencia que los seres humanos, pues son más rápidas y más hábiles.

Otras cajas van más allá de la simple ejecución: piensan por sí mismas. Con el empleo de afiladas herramientas matemáticas con los algoritmos genéticos, ahora las cajas pueden aprender. Su éxito ha llevado a un crecimiento exponencial del capital que las respalda, y hoy las cajas son mayoritarias en el negocio financiero por el volumen que ocupan en las bolsas de valores más importantes y se están extendiendo a los mercados de divisas y de bonos. Su creciente predominio es uno de los cambios más importantes que jamás hayan tenido lugar en los mercados.

Ciertos observadores informados creen que el tiempo de los operadores humanos ha pasado.

Sin embargo otros observan con optimismo que los operadores humanos son más flexibles que la caja negra, que aprenden mejor, sobre todo en lo que respecta a la formación de opiniones a largo plazo sobre el mercado, y por eso siguen siendo más rápidos en muchas circunstancias.

Las estadísticas publicadas a raíz de lo ocurrido en la crisis de crédito 2007-2008, sobre el rendimiento de los fondos nos dan el siguiente resultado: en negociación de alta frecuencia, los seres humanos y las máquinas empatan, pues unos y otras consiguen cantidades históricas de dinero; en la predicción de precios a medio plazo, o en otras palabras, de segundos a minutos, los seres humanos aventajan ligeramente a las cajas; pero en la predicción a medio y largo plazo, de minutos a horas o días, los seres humanos superan sin duda a las cajas, porque sólo ellos entienden las implicaciones de las decisiones políticas que adoptan los bancos centrales y los funcionarios del tesoro.

Sea cual fuere el resultado de esta batalla, el panorama financiero en el que los tomadores humanos de riesgo realizan sus búsquedas se ha transformado para siempre debido a la llegada de esas máquinas. Los gobiernos y los reguladores temen esos cambios.

Sin embargo, se puede considerar el fenómeno como una liberación de la asunción de riesgos. Las máquinas nos permiten descomponer la actividad o el negocio en sus elementos constitutivos y enviarlos a la persona o la máquina más adecuada. Los papeles de juicio y de velocidad se han ido separando cada vez más, en especial en los fondos de cobertura (Hedge funds). Hasta el propio apetito de riesgo puede ser eliminado del operador y puesto en manos del gestor del parqué. La tecnología puede expiar la maldición de Casandra.

Además, si se eliminaran los requisitos físicos de la operación financiera, tal vez el campo de juego de las finanzas se nivelaría de tal manera que dejaría de ser predominante la presencia de hombre jóvenes.

Es posible que del cuadro del futuro que se acaba de esbozar se desprenda un malentendido. Podríamos sentir la tentación de creer que nuestro cuerpo llegará a desempeñar un papel secundario cada vez menos importante en la toma de riesgos financieros. No creo que tal cosa suceda.

El cuerpo seguirá siendo decisivo para el éxito en los mercados, porque nos provee de lo que quizá sean los datos más importantes que dan forma a nuestras opciones de mercado: nuestras sensaciones instintivas. La investigación reciente en fisiología y neurociencia ha descubierto que las sensaciones instintivas son más que materia de leyenda, que son auténticas entidades fisiológicas. Las sensaciones instintivas surgen de un ejercicio masivo de información-recolección conducido por el cuerpo. Y el cuerpo, como veremos, sigue siendo la caja negra más avanzada que jamás se haya creado.

APUNTES SOBRE LA BIOLOGIA DE LA TOMA DE RIESGOS DE JOHN COATES (II)

Esto es un resumen de apuntes sacados del libro de John Coates “La Biología de la toma de riesgos”, ed. Anagrama (2013) Por favor, si os interesa el tema comprad el libro, vale la pena y tiene mucho más alcance y profundidad que los apuntes siguientes y sucesivos. http://m.casadellibro.com/libro-la-biologia-de-la-toma-de-riesgos/9788433963598/2210004

CAPITULO 2

PENSAR CON EL CUERPO.

De acuerdo con algunas explicaciones evolucionistas, la prehistoria humana fue impulsada por el desarrollo del neocórtex,  que es el nivel racional, consciente, más reciente y más externo del cerebro. Cuando llegó a su plenitud, desarrollamos la capacidad de prever el futuro y escoger nuestras acciones y, con ello, liberarnos de los comportamientos automáticos y de la esclavitud animal respecto de las necesidades corporales inmediata. De este relato se podría fácilmente deducir la importancia cada vez menor del cuerpo en nuestro éxito como especie.

Sin embargo, este relato no es sino un testimonio más del poder que sigue teniendo la antigua idea de una división entre el cuerpo y la mente, según la cual el cuerpo desempeña un papel secundario y en gran medida engañoso en nuestra vida. Se trata de un relato simplista. El cuerpo y el cerebro no evolucionaron por separado, sino conjuntamente. El auténtico milagro de la evolución humana fue el desarrollo de sistemas avanzados de control destinados a sincronizar el cuerpo y el cerebro.

El cuerpo y el cerebro no evolucionaron por separado, sino conjuntamente. El auténtico milagro de la evolución humana fue el desarrollo de sistemas avanzados de control destinados a sincronizar el cuerpo y el cerebro.

En los humanos modernos, el cuerpo y el cerebro intercambian un torrente de información y ese intercambio tiene lugar entre iguales. Tendemos a pensar el cerebro como titiritero y el cuerpo como títere. Es una imagen completamente errónea. La información enviada por el cuerpo es mucho más que meros datos; está cargada de sugerencias, a veces sólo susurradas, a veces transmitidas a gritos, sobre la manera en que el cerebro debiera emplearla. Los más insistentes de estos avisos informativos los experimentamos como deseos y emociones; los más sutiles y difíciles de discernir, como sensaciones instintivas. Si consideramos más detenidamente el diálogo entre el cuerpo y el cerebro apreciaremos adecuadamente la importancia decisiva de la contribución del cuerpo a la toma de decisiones y, en especial, a la asunción de riegos.

La información enviada por el cuerpo es mucho más que meros datos; está cargada de sugerencias, a veces sólo susurradas, a veces transmitidas a gritos, sobre la manera en que el cerebro debiera emplearla.

Daniel Wolpert, ingeniero y neurocientífico de la Universidad de Cambridge llegó a la conclusión de que si no tenemos que movernos no necesitamos un cerebro. El cerebro es fundamentalmente práctico, su papel principal no estriba en ocuparse del pensamiento puro, sino en planificar y ejecutar el movimiento físico. El pensamiento se entiende mejor como planificación.

En consecuencia, para comprender el cerebro es preciso comprender el movimiento, lo que ha resultado ser mucho más difícil de lo que nadie hubiese imaginado. Hasta el más simple de los movimientos humanos implica una pasmosa complejidad. Steven Pinker señala que el acto aparentemente simple de dar un paso es en realidad una hazaña técnica que nadie ha logrado explicar hasta ahora.

Tendemos a pensar que las medallas de oro por logros físicos corresponden al reino animal en todos los campos. Pero tenemos que enfocar la cuestión desde otro punto de vista. Porque lo que es verdaderamente extraordinario de los seres humanos es su facilidad para aprender movimientos físicos que en cierto sentido no son naturales: bailar, tocar un instrumentos, esquiar, etc. Ningún animal puede hacer nada parecido.

No podemos evitar preguntarnos como hemos desarrollado este genio físico, cómo hemos aprendido a movernos como los dioses. Eso fue posible porque desarrollamos el tamaño del cerebro. Y junto con el cerebro más grande llegaron movimientos físicos cada vez más sutiles y conexiones cada vez más densas con el cuerpo.

La evolución del neocórtex se produjo conjuntamente con la de un tracto corticoespinal, que es el haz de fibras nerviosas que controlan la musculatura del cuerpo. Y el mayor tamaño del neocórtex y de los nervios con él relacionados permitieron un tipo nuevo y revolucionario de movimientos: el control voluntario de los músculos y el aprendizaje de nuevas conductas.

Sin embargo, también hubo otra región del cerebro que creció en realidad más que el neocórtex y contribuyó a hacer posibles nuestras proezas físicas: el cerebelo. El cerebelo acumula los recuerdos de como se hacen cosas tales como andar en bicicleta o tocar la flauta, así como programas para movimientos rápidos y automáticos. Pero el cerebelo es una parte extraña del cerebro, porque parece añadida, casi como si se tratara de otro pequeño cerebro independiente. Y en cierto modo lo es, porque el cerebelo actúa como un sistema operativo para el resto del sistema nervioso. Realiza operaciones neurales con mayor rapidez y mayor eficiencia, de modo que su contribución al cerebro se parece mucho a la de un chip extra de RAM agregado a una computadora. Donde el cerebelo desempeña de modo más notable este papel es en los circuitos motores de nuestro sistema nervioso, pues coordina las acciones físicas, les da precisión e instantaneidad. Cuando el cerebelo no funcional bien, que es lo que ocurre cuando estamos borrachos, por ejemplo, aun podemos movernos, pero nuestras acciones se vuelven lentas y descoordinadas. Lo curioso es que el cerebelo organice la ejecución del propio neocórtex.

El movimiento requiere energía, lo que significa que el cerebro tiene que organizar no sólo el movimiento propiamente dicho, sino también las operaciones de soporte de los músculos. Tiene que organizarla búsqueda y la ingestión de combustible, tiene que mezclar el combustible con oxígeno para poder quemarlo, regular el flujo de sangre a fin de hacer llegar este combustible y este oxígeno a las células de todo el cuerpo, tiene que enfriar el motor antes de que la combustión lo recaliente; y, por último, tiene que expulsar el dióxido de carbono sobrante de la quema de combustible.

El significado de estos simples procesos propios de la ingeniería es que los pensamientos están íntimamente ligados a la fisiología. Todos los pensamientos que implican la elección de una acción implican también la transmutación caleidoscópica de un estado corporal en otro. La elección es una experiencia del cuerpo entero.

Cada vez que tomamos la decisión de asumir riesgos se producen toda una serie de cambios físicos. La información necesaria provoca una fuerte respuesta corporal: inspiramos profundamente, el estómago se nos hace un nudo y los músculos se tensan, etc. El hecho de que esta información pueda provocar una fuerte reacción corporal e incluso, en caso de crear incertidumbre y estrés, dar lugar a enfermedades físicas, nos está diciendo algo importante acerca de nuestra constitución. No registramos la información como lo haría un ordenador, fríamente, sino que reaccionamos a ella de forma física. El cuerpo y el cerebro se aceleran y se desaceleran conjuntamente.

La idea fundamental es que cuando afrontamos situaciones que presentan una novedad, incertidumbre, una oportunidad o una amenaza, sentimos lo que sentimos debido a los cambios que se producen en un cuerpo que se preparar para el movimiento.

Cada vez que tomamos la decisión de asumir riesgos se producen toda una serie de cambios físicosNo registramos la información como lo haría un ordenador, fríamente, sino que reaccionamos a ella de forma física. El cuerpo y el cerebro se aceleran y se desaceleran conjuntamente.La idea fundamental es que cuando afrontamos situaciones que presentan una novedad, incertidumbre, una oportunidad o una amenaza, sentimos lo que sentimos debido a los cambios que se producen en un cuerpo que se preparar para el movimiento.

El estrés es un ejemplo perfecto. Los aspectos desagradables y peligrosos de la respuesta de estrés -malestar de estómago,  hipertensión  sanguínea, elevados niveles de azúcar en sangre, ansiedad- deberían entenderse como la preparación gastrointestinal, cardiovascular, metabólica y de atención al esfuerzo físico inminente. Hasta las sensaciones instintivas deberían considerarse bajo esta luz, pues son mucho más que meras corazonadas, son cambios que se producen en el cuerpo cuando prepara una respuesta física adecuada, ya se trate de pelear, huir, celebrar algo o lamentarse en busca de alivio. Y puesto que en el momento de emerger, el movimiento tiene que tener la velocidad del rayo, estas sensaciones viscerales se generan con gran rapidez a menudo antes de que la conciencia sea capaz de detectarlas, y se transmiten a las distintas partes del cerebro, de lo cual tenemos apenas un conocimiento oscuro y difuso.

Para estar unidos de esta manera, el cuerpo y el cerebro deben mantener un diálogo permanente, proceso que se conoce como homeostasis. Niveles de oxígeno, frecuencia cardiaca, presión arterial, temperatura corporal, niveles de azúcar en sangre, deben mantenerse dentro de un determinado rango. Para ello es grandísima la cantidad de señales corporales que procesa el cerebro y que llegan de prácticamente de cada tejido, cada músculo y cada órgano.

Gran parte de esta regulación corporal es una tarea asignada a la zona más antigua del cerebro,  acertadamente conocida como cerebro reptiliano, y en particular a la zona de éste llamada tallo o tronco cerebral. El tallo cerebral actúa a modo de sistema de soporte de la vida del cuerpo. A medida que los animales evolucionaron, el sistema de circuitos nerviosos que unen al cerebro órganos viscerales tales como los intestinos y el corazón se fue haciendo cada vez más complejo. El cerebro creció en complejidad y con ello se produjo una mayor capacidad de regulación del cuerpo.

Los humanos ejercieron aun más control de su cuerpo que los mamíferos inferiores. Este desarrollo se refleja en un sistema nervioso más desarrollado y en un diálogo más extendido y animado entre el cuerpo y el cerebro. Además del neocórtex y el cerebelo, hay otras dos zonas en el cerebro que también tuvieron un desarrollo relativamente mayor en los humanos, y lo más notable es que se trata de dos regiones con funciones en el control homeostático del organismo: el hipotálamo y la amígdala.

La amígdala asigna significado emocional a los acontecimientos. Sin la amígdala veríamos el mundo como una colección de objetos desprovistos de interés. Es la región clave para el registro del peligro en el mundo exterior y la que inicia la serie de cambios físicos conocidos como “respuesta de estrés”. También registra signos de peligro procedentes del interior del cuerpo, como la agitación de la respiración o la frecuencia cardíaca, signos que también pueden disparar una reacción emocional.

Bud Craig, fisiólogo de la Universidad de Arizona ha trazado un mapa de los circuitos nerviosos responsables de un fenómeno notable conocido como interopcepción, que es la percepción del mudo físico interior. Estas sensaciones internas pueden llegar a hacerse conscientes, como ocurre con el hambre, el dolor, la distensión estomacal o intestinal, pero muchas de ellas, como los niveles de sodio, o la activación del sistema inmune, se mantienen en gran parte inconscientes. Sin embargo, esta información difusa que fluye desde todas las regiones del cuerpo es la que nos proporciona la sensación de bienestar o de malestar.

La información interoceptiva es recogida por un bosque de nervios que retornan al cerebro desde todos los tejidos del cuerpo y viaja por los nervios que alimentan la espina dorsal o por la gran autopista de un nervio, llamado vago, que va del abdomen al cerebro reuniendo información del intestino, el páncreas, el corazón y los pulmones. Toda esa información se canaliza luego a través de diversos centros de integración, es decir, de regiones cerebrales que reúnen sensaciones individuales aisladas y las integran en una experiencia unificada, para terminar en un región del córtex llamada ínsula, donde se forma algo así como una imagen del estado del cuerpo en su totalidad. Craig concluyó, primero, que las vías que conducen a la ínsula sólo están presentes en los primates y, después, que la conciencia del estado general del cuerpo sólo se encuentra en los seres humanos.

Finalmente, y es lo mas controvertido, Craig, junto con otros científicos como Antonio Damasio y Antoine Bechara, ha sugerido que las sensaciones instintivas y las emociones, la racionalidad e incluso la conciencia de uno mismo, deberían considerarse la herramientas más avanzadas que surgieron en el curso de la evolución para ayudarnos a regular el cuerpo.

Con el progreso de la evolución, el cuerpo y el cerebro se fueron entrelazando en un abrazo cada vez más estrecho. El cerebro enviaba fibras que entraron en contacto con todos los tejidos del cuerpo, asegurando así el control del corazón, los pulmones, los intestinos, la arterias y las glándulas, refrescándonos cuando hacía calor y calentándonos cuando hacía frío; y el cuerpo, a su vez, devolvía mensaje tras mensaje al cerebro para darle a conocer sus deseos y necesidades y para sugerirle cómo debía comportarse. De esta manera, la retroalimentación entre el cuerpo y el cerebro se fue haciendo cada vez más compleja y extensa, nunca menos. No hemos desarrollado el cerebro para adaptarlo a un cuerpo atrofiado como el que vemos en las películas de ciencia ficción. El cerebro creció para controlar un cuerpo más complejo, un cuerpo capaz de usar una  espada como Alejandro, tocar el piano como Glenn Gould, dominar una raqueta de tenis como John McEnroe o realizar intervenciones quirúrgicas cerebrales como Wilder Penfield.

Hoy consideramos el cuerpo una eminencia gris que , detrás del cerebro, ejerce presión en los puntos y los momentos exactos, a fin de ayudarnos a preparar los movimientos. Pasito a pasito se está restañando la antigua herida abierta entre la mente y el cuerpo. Y el hacerlo nos ayuda a comprender de qué manera cooperan el cuerpo y el cerebro en momentos decisivos de la vida, como la asunción de riesgos, incluidos los riesgos financieros.

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